sábado, 29 de abril de 2017

Atracción por lo desconocido, un marinero pesimista y un nómada trazando el camino


Las fotos padres son de Adrián

Ya decía Grimm –sí, el de los cuentos, pero esta vez hablando sobre el origen de la lengua, pues también era un filólogo- que “es natural y está demostrado por la experiencia que las personas sienten una atracción más fuerte y tienen mayor sensibilidad por lo extraño y lo nuevo que por lo familiar ofrecido diariamente a sus ojos”. No lo digo solamente por mí o por nosotros, que todo el tiempo nos maravillamos de las cosas que vemos día día y que no podemos evitar comparar con aquellas a las que estamos acostumbrados: que si acá el pan dulce está más rico (en Argentina se llaman facturas), que si los gatos son un tanto diferentes (como más estilizados), que si hasta los anarquistas están más organizados y son más construcción-destrucción que destrucción-destrucción, que si los institutos de investigación son conjuntos de habitaciones en un edificio antiguo y destartalado (allá tenemos a los elevados “pitufos”), que si la gente desconocida conversa más entre sí por cualquier motivo (hoy por ejemplo una señora en una fila me contó que tenía unas bolas insólitas en la garganta que la sofocaban), que si hay más vida nocturna (a la 1 de la madrugada hay un movimiento similar al de las 10 de la noche en el DF; eso sí respetan bastante su hora de la siesta que abarca más o menos desde las 2 hasta las 5, lapso cuando todo está cerrado), que si las nubes están más cerca y se desplazan más rápido (hasta el cielo nos quiere hacer ver que estamos en otro lado)… en fin.

Nubes porteñas cerniéndose

Los institutos por fuera

Las escaleras 

Dentro del Instituto de lingüística de la UBA


No lo digo sólo por eso, sino por cómo nos ven los demás: nosotros aquí somos lo extraño, somos lo nuevo. Quizá por eso tengamos experiencias tan extraordinarias. De por sí estos días han sido marcados por gente interesantísima, pero lo de ayer fue como un sueño. Ayer conocimos a Coco, un viejo marino, pesimista jubilado que soñó con ser astrónomo. Lo conocimos en la presentación de un libro sobre el anarquismo obrero a principios del siglo XX...


...(donde por cierto se nos reveló el porqué el anarquismo tuvo tanto éxito en este país: 
al parecer el espíritu de los gauchos ya tenía mucho de libertario). 

Al final, se dio paso a una conversa sobre ¿y ahora qué hacemos? ¿cómo hacemos para enfrentar este presente doloroso? ¿cómo salimos de aquí? ¿algo verdaderamente efectivo? Sentimos como si este escenario nos persiguiera en cada espacio en el que estamos: la misma charla déjà vu con los grupos de veganos, con los straight edge, con los académicos de orientación crítica, con la izquierda [1] desorientada o con la que es consciente de sus indiscutibles limitaciones.

Entonces una voz dijo “quizá yo soy muy pesimista porque tengo 85 años, pero ¿no será que las especies tienen todas un final? Quisiera que alguien me explique, porque me pregunto si la humanidad no estará en su etapa de vejez.” Cuando terminó todo, Adrián se acercó a confesarle: “yo tengo 25 años y también soy pesimista”. Además, “estoy haciendo un documental sobre el punto isotrópico donde quiero que usted aparezca”. No hizo falta nada más para que nos llevara a su casa, a unas cuadras de la biblioteca, en donde nos mostró cada una de las habitaciones, cada una de sus fotos, de sus pinturas, de sus esculturas… todos con una historia detrás. Nos dio de cenar ravioles, vino, café y pan. 


Adrián con Manchi, Enrique (Coco) y yo

Este hombre, que en el pasado fue capitán de un barco mercante cuando todavía se guiaban por las estrellas, dijo que así lo recibieron a cada lugar a donde fue. Hablamos de los prejuicios: a él nunca le llamó la atención conocer México porque en Honduras los explotadores somos nosotros (una suerte de gringos en aquel país). Quisimos a Manchi, su gato de 14 años, al cual alimentó desde la primera semana de vida (cuando pesaba 100 gramos) junto con sus dos hermanos muertos tiempo atrás. Llegó a llamarnos “che” y “querida”. Nos habló de su novia (Adrián hasta conversó con ella por teléfono) a quien conoció en el geriátrico donde los esposos de ambos murieron... Pero probablemente lo que más nos impresionó e hizo que todo pareciera irreal fue el momento en el que nos mostró las fotos de su esposa: “yo me casé con la mujer más hermosa del mundo y era muy alta”. Ella se llamaba Nélida... ¿Cuántas mujeres en el mundo se llaman así? No sé, pero sólo he conocido a otra. Aunque yo soy escéptica en prácticamente todo, sentí el impulso de creer en algo similar al destino. Era la primera vez que él iba a esa biblioteca, era la primera vez que nosotros íbamos.


En varias ocasiones le preguntamos cuándo podríamos visitarlo de nuevo, cuándo lo podría entrevistar Adrián. Era evidente que no le gusta hacer planes, afirma que su vida está dominada por los médicos (nos mostró toda las citas de la semana), creo que espera morir en cualquier momento. Su memoria era impresionante, al igual que su plática, pero una neuróloga casi lo hizo llorar al hacerle pruebas cognitivas (¿de veras es necesario?). Finalmente dijo “pues cuando anden por acá me llaman y nos vemos”. Al despedirnos nos abrazamos pero nos aconsejó “vean otras cosas mejores que yo”… Pero, ¡¿qué?! ¿No se da cuenta de que es probablemente lo mejor que nos ha pasado desde que llegamos? y nosotros tan incapaces de expresarlo. Terminamos en medio de la madrugada, lejos de donde vivimos y sin crédito en la SUBE para tomar camión (o como dicen acá “colectivo”) aunque muy emocionados.

México siempre atravesándose en el camino


Hoy nos despedimos de otra persona especial. Julián es un mexicano que está recorriendo en bicicleta América Latina y que ya va de regreso a México (tardará en llegar todavía más de un año). Se quedó en nuestra casa (si así se le puede llamar a los famosos monoambientes bonaerenses) casi una semana en la que compartió muchas de sus experiencias con nosotros y nos abrió todo un horizonte de posibilidades. ¿Cómo puede alguien haber sacrificado tantas cosas –buen trabajo, una relación de 16 años y sobre todo estabilidad y certezas- por una aventura? Pasar de tener una casa chida a no saber en dónde dormir cada noche parece ilógico, pero es que pocos se atreven a buscar el sentido de la vida. Su cotidianidad es dormir en estaciones de bomberos, incluso canaletas de desagüe sin usar en carreteras inhóspitas, pero muchas noches se encuentra con gente que lo acoge y le da un techo. Gente que por verlo extraño y desconocido se siente atraída e impulsada a ayudarlo. En un continente de miles de kilómetros se ha tropezado varias veces con las mismas personas… ¿cómo es eso posible? No es de extrañar que, al contrario del marinero, este nómada sea un ser optimista que confía en las señales, en la bondad y en el destino. Quisiera ser así, pero definitivamente me parezco más a Coco.


Junto a Julián, el nómada



[1] Me tranquilizaba que en el CDyDFC hubiera un camino trazado, pero ¿no estaremos siendo un poco ilusos? Sin embargo, no nos queda de otra. Es el lado que elegimos, que nos tocó y no puede ser de otra manera.

jueves, 20 de abril de 2017

Acento, prejuicios y sueños

¿Cuánto tiempo pasará para que se me pegue el acento porteño? ¿Y mi identidad… cuánto podré resistir? ¿Cambiará cuando ya no hable como mexicana? Pero… tampoco hablaré como argentina. Sabrán que no soy de aquí y sabré que no estoy allá. Cuando mis amigos me escuchen advertirán el cambio, se reirán de mí… Así como yo he malmirado a aquellos que se fueron a otras partes del mundo y ya se creen que son de allá y hablan como ellos y se ríen como ellos. Pero ¿hasta qué punto es inevitable? ¿Será una lucha constante? Incluso en mis adentros he pensado inconscientemente que perdieron su acento por no tener suficiente fortaleza en su origen… Qué tontería. Cierto que aun no se me ha pegado nada, pero no hemos convivido realmente con muchas personas, sino que estamos encerrados en nuestro pequeño refugio todavía.
Seguro hay estudios lingüísticos sobre el tiempo que transcurre hasta que adquieres la forma de hablar del lugar en el que estás, y deben ser muchos los factores que influyen: en primer lugar la edad que tengas cuando hiciste el cambio, en qué ámbitos te desenvuelvas, con quién te relaciones y cuánto tiempo… ¿lo malinchista que seas?
Ganás y perdés muchas cosas adquiriendo un acento… Con el acento mexicano eres un modelo de amabilidad exagerada; con el argentino, un mamón de primera. ¡Claro que no! Un prejuicio erróneo con todo; no hay nada de cierto. Son sólo ideas que rodean lo que significa ser argentino, que si para suicidarse se suben a su ego y se avientan, que si hablan siempre gritando… Solo hemos conocido gente amable, gente normal y pocos groseros, igual que en México. Todos nos han recibido muy bien; por ejemplo, un señor que nunca habíamos visto en la vida, ahora nuestro amigo Horacio, nos fue a recoger al aeropuerto y nos esperó todo el tiempo hasta que pudimos sacar a nuestros gatos de la aduana (como 3 horas). 

Los gatos ya en casa provisional y menos traumados


Mi tutora, Elvira Arnoux, me esperó durante una hora y me recibió con una sonrisa y un abrazo (aunque ciertamente antes de llegar a verla ningún taxista nos quiso subir y llevar, hasta que una taxista mujer –cosa común acá- me salvó de la angustia e incluso ofreció su celular para llamar a mi asesora).



María, la señora nos recibió con todo y animales no humanos en su casa



Me daba mucho temor que yo, con mis inseguridades, tan tímida que hablo, me enfrentaría a un griterío de gente encumbrada que me miraría desde arriba dando órdenes en vez de platicar. Tampoco ha sido cierto, de hecho de pronto ni les entiendo nada de algunos que hablan quedito, aunque, repito, quizá no he convivido con tantas personas.

Primer comida en nuestra casa

Otra cosa que pensaba es que tampoco iba a ser tan diferente, y eso me daba valor. Al fin y al cabo hablamos español y la identidad ligada a la lengua es fuerte; además nuestra historia latinoamericana sin duda nos une y se percibe… “Soy el desarrollo en carne viva, un discurso político sin saliva, las caras mas bonitas que he conocido, soy la fotografía de un desparecido… una canasta con frijoles, soy Maradona contra Inglaterra anotándote dos goles… Soy América Latina, un pueblo sin pierna, pero qué camina”. Una historia de lucha nos identifica; pero es sorprendente ver acá lo movilizados que están, que en la contraesquina de mi casa esté la organización barrial de Tupac-Amaru, que la calle donde vivo, casualmente llamada México, tenga pegatinas debajo que dicen “Estado terrorista”, que en un restaurante de asados de la esquina diga “carne = trata y asesinato” y en otro lado “hombre muerto no viola”, que haya una escuela itinerante (de CTERA) plantada frente al Congreso ofreciendo actividades a las que asisten miles de personas para exigir al gobierno mejoras laborales y educativas, que en el paro nacional se hayan suspendido los vuelos nacionales e internacionales… en fin, tanto que aprender. 


México, Estado terrorista
Sede de la Organización barrial Tupac-Amaru

Al segundo día que llegamos, cuando caminábamos perdidos en la ciudad y exhaustos, porque cada camión que tomábamos nos alejaba más y decidimos mejor ir a pie los kilómetros que faltaban hasta nuestra provisional casa, imprevistamente pasamos por la Facultad de Filosofía de la UBA, donde estudiaré, y habría paro: era enorme la cantidad de grupos y actividades que se desarrollaban dentro; fue un buen recibimiento. También hay una similitud con México: la izquierda parece tener aires machistas (me hacen sentir como en casa), aunque ya vislumbro algunos grupos de femiveganistas que me llaman...
Hay otra característica que hace que no sea tan distinto. A pesar de que estaba frente a mis narices, no era muy consciente de ella hasta que Adrián me la dijo: estamos en una ciudad. El contexto urbano es muy similar en todos lados; si bien acá las construcciones son impresionantemente preciosas a cualquier lugar que mires (es una ciudad bellísima; de hecho la Facultad de Ingeniería parece Hogwarts) y el cielo es azul y el viento es respirable...

Colegio de magia e ingeniería, UBA


Hasta el subte (metro) es hermoso

...hay cines, hay tiendas, hay parques, hay verdulerías, hay transporte, hay ruido, hay tráfico, hay los olvidados de la ciudad: gente viviendo en la calle y gente bebiendo y tirada, hay basura, hay iglesia católica (en construcciones romanas inigualables), hay iglesia cristiana, hay Ananda Marga, hay ateos (un 20 % de los bonaerenses), hay una cantidad increíble de cacas de perro en todas las calles, hay gatos en muchos balcones, hay cafeterías veganas, hay carnicerías, hay miles de panaderías-confiterías, hay muchísimos coreanos, hay puestos de chácharas, hay bancos y hay una impresionante oferta cultural, como en las "grandes ciudades". Caminando durante una hora y media o dos llegas a cualquier sitio, incluida la reserva ecológica que está junto al mar-río de la Plata.


Cine local $30 la entrada y pura película argentina

Gatos por doquier

El horrible pastel vegano que entristeció mi cumpleaños


Pese a todo lo maravilloso, todas las coincidencias y las cosas que son mejores o peores y aunque estoy con mi familia (Adrián, la Ío y los gatos) duele no estar en México, en lo conocido, sobre todo no ver a mis papás, a mis amigos y a mis compañeros de trabajo durante casi 10 años. Por eso en mi cumpleaños estuve melancólica. No sólo yo, sino también Adrián soñamos recurrentemente que estamos allá y que apenas estamos en preparativos para venir: que si la fiesta, que si el avión, que si las maletas… A nuestro cerebro todavía no le cae el veinte. Gracioso que ayer ambos soñamos con nuestro amigo Christian: Adrián le contaba a Christian que había estado soñando que ya estábamos en Buenos Aires pero que soñaba que todavía no nos veníamos… Ese sueño resume lo que sentimos ahora.

Ya un poco más feliz en mi cumpleaños


Vista frente a nuestra casa

Vista frente a nuestra casa

Ya contaré luego sobre la academia, la filología y la lingüística acá, que esto apenas empieza.